Voy a
obligarme a escribir algo. Como una salida poética a este vacío. También una
suerte de tortura literaria, o castigo sintáctico ¡Ay qué ingenioso eh! Podría
empezar diciendo que escribir por obligación no está bueno porque nada que sea
por obligación está bueno, pero al toque, (“al toque” no lo hubiera puesto), me
desdigo y desconfío de que todas las obligaciones estén mal, sería algo así
como la pelusa del durazno ¡Ay qué carozo eh! No me gustan las obligaciones, aseguro, sin embargo el tiempo quizás,
los fracasos quizás, los aciertos quizás, en fin, la experiencia me indica que
son necesarios muchas veces, que son pequeños o grandes escollos, trámites,
burocracias, procesos que tenemos que atravesar para llegar a algún lugar o
simplemente seguir haciendo el camino. En este caso de la escritura, hacerlo
por obligación me lleva a pensar en las veces que he gozado haciéndolo por puro
impulso, sacándome de adentro ciertas palabras quemantes, ideas humeantes,
pavadas grandes y pequeñas. Me gusta escribir, me gusta ver lo que escribo y encontrarlo
bello, interesante como lector ¿A ver que me va a decir este tipo que ya no
sepa? Te adelanto la respuesta: nada.
Algo que siempre dije un poco en chiste un poco en serio, cada vez más en serio, es que sabemos todo. Seguramente muchas religiones, corrientes filosóficas y
espirituales estarán de acuerdo, lo
habrán descubierto, observado, analizado, vivido, explicado y promocionado, en
ese orden. Ya casi estoy en el punto de
la hoja en el que me tienta ir al principio y leer todo para ver cómo va, lo
voy a hacer, no, mejor no, ya que estoy escribiendo por obligación me voy a
obligar a escribir más sin vigilar la forma, sin revisar si el recorrido mantiene
cierta lógica o algún atractivo hilo conductor, dejaré todos los piolines
sueltos esta vez. Como una desnudez de las formas, me cuesta salirme de ellas,
que sea redondito, que cierre por todos lados, chim pum, pero en esta ocasión no. La
generala obligada, hay que tirar y sólo jugar a lo que hay que jugar, así
escribo ahora mismo, me siento un chino (pienso a puro prejuicio pero no borro, ¡ay qué honesto!) haciendo algún tipo de prueba bizarra como la que vi hace poco
en la que imitaban sonidos de pájaros, en este caso me imagino un concurso sobre
“quién escribe más tiempo sin parar”, en el que después se lee lo escrito y
tiene que tener ciertas cualidades, o sea no vale escribir cualquier cosa,
palabas inconexas, sarasa, sanata, firuletes, estirar la escritura como lo
estoy haciendo ahora pero con cierta elegancia, estirar sin que se note que
estirás, como en una cita en la que te querés ir, como esos equipos que van
ganando y hacen correr la pelota para que pase el tiempo y se termine el
partido, bueno, todo eso podría pasar en el concurso de los chinos. Quizás este
texto escrito por obligación se trata de eso, de unos chinos que inventan un
concurso en que una equis cantidad de participantes tienen que escribir sin
parar durante el tiempo máximo que lo puedan hacer, para esto hay unos
cronómetros que miden la frecuencia del tipeo, no pueden pasar más de dos
segundos sin tipear, hay restricciones en la utilización de las teclas de borrar
y finalmente una evaluación del texto para otorgarle validez a la prueba. La
preparación de los concursantes incluye entrenamiento tanto intelectual como
físico, entrenan su capacidad de asociación y velocidad para darle forma a las
ideas que van a apareciendo, la ortografía y la sintaxis, pero también deben
soportar el movimiento de dedos constante, desarrollando musculaturas
dactilares que son toda una novedad para la ciencia, con el tiempo se crean
centros de entrenamiento exclusivos para escritores donde se trabajan muchos
los dedos y la espalda para mantenerse bien
derechitos y no lastimarse la columna. Hay algo de supervivencia en la prueba
también ya que no se puede ingerir alimentos ni bebidas durante el certamen,
algunos emigran en viajes a selvas lejanas para adaptarse a las condiciones
extremas de escasez, otros se inclinan por ejercicios respiratorios y de
meditación para mantener la concentración por largos períodos de tiempo y no
caer en desmayos o mareos.
Secretamente pensaba terminar al completar una página
y ya he llegado, al borde de mi capacidad. Creo que no estoy preparado para
participar del concurso.