sábado, 29 de octubre de 2011

Palabras, palabras.

Algunas por poco dichas

se sienten ajenas,

sonidos que no suelen modularse,

extranjeras en mi lengua a veces seca.

Otras brotan y se escapan,

livianas por recurrentes, vuelan.


Encorsetadas o muy flojas,

apenas matrices, etiquetas,

nunca precisas,

nunca certeras,

a veces me amputan

y otras veces me completan.


El romance, la pena,

el enojo, la declaración tierna,

presos de sus vocabularios se mezclan,

se disputan mis labios y en la pelea,

se sale del libreto,

alguna palabra verdadera.

lunes, 10 de octubre de 2011

Foto

Uno miraba la tele, el otro la compu. El aroma que venía de la cocina nos ubicaba cercanos a la cena, había comentarios esporádicos, triviales y profundos, como un zapping de emociones: a "esta casa es una heladera" le podía seguir "debe ser que todavía estás enamorado de ella".
Tácitamente se dividieron las tareas, uno puso la mesa, el otro sirvió.
Después de comer y hacer un rato la digestión, nos despedimos con un abrazo en la puerta y algún chiste de ocasión.
Otras noches y otros días, habíamos intercambiado secretos, habíamos viajado y creado historias nuevas. Se nos había roto la panza de tanta carcajada y humedecido los ojos por ciertos nudos en la garganta, nudos que nos ayudamos a desatar.
Esa noche tan huérfana de palabras fue sin embargo, hija de miles de ellas.
Esa noche en silencio, fue otra foto de nuestra profunda amistad.

lunes, 3 de octubre de 2011

Abrir, cerrar y abrir.

Cuando nacemos, un cordón nos une a nuestra madre, ese cordón se corta, la carne se abre y se cierra. Abrimos la boca y lloramos, la cerramos, y la volvemos a abrir.
En un “abrir y cerrar de ojos” somos grandes. Los días, los grados, los ganchos de la carpeta, los amigos, los cajones, los breteles, las valijas.
Seguimos abriendo y cerrando.
Un día el primer metejón nos abre el pecho y así andamos, meta sístole y diástole. Esa hiperventilación tiene un final y hay que cerrar, vendar. Tarda, pero con el tiempo, y a pesar de rascarnos la cascarita muchas veces, cierra. Finalmente cierra.
Y a pesar de seguir abriendo y cerrando, nos resistimos.
Y muchas veces vamos en contra de los sucesos.
Tenemos miedo y no queremos cerrar. Nos atamos las manos para no abrir.
Hacemos fuerza.
Pero de tanto cansarnos, escuchamos al cuerpo y vamos aflojando las cerraduras. Y empezamos a caminar más livianos, sin candados que pesen.
Dejamos que el viento haga lo suyo.
Y la lágrima que moja lo viejo, riega lo nuevo.
Y después del último beso, llega el primero.
Porque todo lo que abre cierra, y todo lo que cierra, abre.