domingo, 18 de septiembre de 2011

León

León es el rey de mi selva, por su melena enmarañada y sus bigotes largos y blancos es que le puse el nombre, también por su tamaño, es alto y robusto, lo podría distinguir desde lejos, pero no hace falta porque siempre está cerca.

Es un perro viejo y callejero como yo, peludo y mugriento como yo, inteligente y valiente.

Es mi hijo, mi padre, mi hermano, mi amigo, mi socio, mi último amor.

León es el que me acompaña a revolver la basura, el que me ofrece su comida, el que me arrincona en la estación cuando los cartones y las frazadas no alcanzan.

Es el que siempre vuelve cuando me despierto, el que cuando le cuelga la lengua y parece que se ríe, me inventa una sonrisa debajo de la barba, León es el dueño de las únicas anécdotas que quiero recordar.

Como la vez que lo conocí, una noche igual a todas; frío, basura, indiferencia, hambre, dolor en el cuerpo y ojos bien abiertos, en una de las tantas cuadras vi como un camión estaba por atropellar a un perro, pegué un grito tan fuerte que el camión frenó y León se corrió a tiempo.

Desde esa noche él me salva todos los días, incluso cuando los camiones logran alcanzarme, aplastarme, matarme y seguir de largo. Me salva cuando se rasca la panza por las pulgas y las garrapatas, cuando bosteza, cuando ladra, cuando simula ser fiero, cuando corre a las bicicletas, cuando finge indiferencia, cuando camina a mi lado.

León me amiga con el mundo, cuando le palmean el lomo, cuando lo saludan, cuando no le esquivan la mirada, todas esas veces trato de sentir que soy él.

León me escucha, él sabe lo que quise ser, lo que no fui, lo que tuve, lo que perdí, las veces que abandoné, las que me abandonaron, cuando fui bueno, cuando fui malo, el sabe que cuando le vuelvo a contar esas cosas termino llorando como el chico que no fui.

León me huele y me mira fijo, pero no habla, no habla porque sabe que ya no quiero escuchar, que todas las letras para mí forman la palabra dolor, que nadie podrá decirme porqué.

Cuando León muera, me sentaré a esperarlo en la vía para que me venga a buscar y me salve para siempre.

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