domingo, 18 de septiembre de 2011

Trabajo

- Si, para cobrar el diario.

- ¿Cuánto es?

- 31 pesos.

- Pasá mañana.

Así las primeras cuatro veces, por el portero eléctrico, ni siquiera me hacen pasar ¿y si no me paga nadie? Pienso y sigo caminando.

- Si, para cobrar el diario, y me río de mi mismo por adentro “¿si?”, ¿qué, alguien me preguntó algo?. Sería mejor decir buenas tardes. Escucho “ya bajo”, y baja.

El tipo tiene bigotes, bigotes de perro, ni me mira, ni me saluda, y aguantando la puerta con el pie me dice “a ver”, le muestro la boleta y me paga con uno de cincuenta, cuidadosamente doy mi primer vuelto y le digo si puedo pasar, que tengo más gente por cobrar en el edificio, me deja porque sí o porque es 1994 y todavía la palabra inseguridad no es tapa de todos los días.

Gracias, subo la escalera mientras pongo pagado en mayúsculas en el duplicado, la primera vez que lo hago, 1°C:

- Hola, para cobrar el diario.

- ¿Queeeeee?

No me escucha porque ladra el perro, se lo digo más fuerte, me dice que le tire la boleta por debajo de la puerta, que pase mañana. Subo la escalera, 2°B, toco timbre, no hay nadie, le dejo la boleta, subo la escalera, que idiota, tendría que haber ido primero al piso más alto en ascensor y después ir bajando, pero ahora ya está, total son nada más que cinco pisos. 3°C:

- Para cobrar el diario.

Me abre, es una señora “Que tal querido, sos nuevo no?”. “Si”, y le ofrezco mi semisonrisa de compromiso. ”Que frío eh!” Si, apurate que tengo que seguir, pienso. Me paga, me deja los 20 centavos, mi primer propina. Le agradezco como si me hubiera regalado un auto y sigo. El del cuarto dice que no me puede atender y el del quinto no está, bajo en el ascensor, muy lindo, PB y me doy cuenta de una cosa, la puerta del edificio no se abre de adentro, estoy encerrado, ya son las siete de la tarde, a las ocho más o menos tengo que volver, pierdo tiempo, ¿como salgo? Espero que entre o salga alguien, miro las boletas que siguen, me conviene seguir hasta la esquina y ahí doblar y hacer las de esa cuadra, son casas, mejor, 5 minutos y nada, cuento la plata, el cambio más lo que me pagaron, me da bien, menos mal, 10 minutos, basta, le voy a ir a tocar el timbre a la del 3° para que me abra, igual quedo como un idiota, se va a dar cuenta que estuve esperando hasta ahora, no importa, subo y le digo. “Si, querido, no te hagas problema”, entonces ella va a calcular que yo baje y me toca el portero, apenas llego a PB, ya está sonando, corro hasta la puerta como un desesperado, y me tiro de un salto al picaporte justo cuando va a entrar una chica. Efectivamente, su mirada revela que piensa que estoy loco o que soy un estúpido y me voy.

Recupero la libertad y me causa gracia lo que me pasó, camino por la calle arbolada hasta que llego a la próxima casa.

- Buenas tardes, para cobrar el diario.

- Si, ya voy.

Su voz es realmente sensual, me imagino una sirena, pero me abre la puerta y es un bagre, que me paga, y manda saludos para Tito, mi jefe, el dueño del kiosco.

Luego de esta desilusión, me atienden sucesivamente diversas empleadas domésticas, inevitablemente mi cabeza comienza a realizar especulaciones respecto al tema más recurrente de mi vida, hasta ahí, de dieciséis años: las mujeres. Entonces la fantasía con la mucama infernal no se hace esperar y después aparece la otra fantasía con la mujer adinerada que me abre la puerta cubierta con una toalla y sigo caminando con la expectativa a flor de piel, la esperanza en cada timbre, en cada puerta que se abre. Pero la realidad me mata a trompadas, entonces en vez de mujeres en bata, me atienden tipos en calzoncillos, que me devuelven fascículos de no sé que y me hacen seguir el viaje cargado, otro me protesta porque no le vino el diario, cosa que se repite con alguna que otra señora, me pagan 15 pesos con uno de cien y me sacan todo el cambio, tengo ganas de hacer pis, voy al bar y pierdo tiempo, sigo caminando y ya tengo la cabeza llena de Conde, Pampa, Superí, Echeverría, 32.50, 25.30, 45.10, 95.80, calles y números, calles y números, los fascículos que me pesan, los apoyo mientras toco timbre, y las mucamas se complotan en mi contra y se dejan los bigotes, y sólo me sonríen las viejas con bastón, y los tipos grandes me hablan de política, los porteros me hacen chistes que no me causan gracia, los perros me ladran, las mujeres histéricas me dicen que están hartas de pagar, y no tengo los fascículos, donde están los fascículos, voy corriendo a donde los había dejado, me transpiro, por suerte están, ya es de noche, son las 8 y media, tengo que volver.

Voy a la librería de Tito, porque el kiosko solo abre a la mañana, hago el detalle de lo cobrado, saco el porcentaje, me corresponden 5 pesos, cuento la plata, me faltan 5 pesos, hago un paquete con todo y se lo dejo. No tengo ganas de ponerme a pensar como los perdí, la gente está loca, me quiero ir a mi casa.


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